Ivan el tonto – Alekandr Nikoalevich Afanasiev [Cuento folclórico ruso]

Allí una vez vivía un viejo y su vieja mujer que tenían tres hijos, dos de ellos los hombres jóvenes diestros, pero el tercero que fue llamado Ivan el tonto. Los hijos diestros cuidaban las ovejas, pero el tonto no hacía nada salvo sentarse en la estufa y capturar moscas.

Un día la mujer vieja hizo unos bollos rellenos de centeno y ella dijo al tonto:

—Aquí, tome estos bollos rellenos y se las  lleva a sus hermanos—.

Ella llenó una olla de sopa y bollos rellenos y se la dio a él, y el tonto fue al campo. Era un día soleado, y en cuanto él dejó el pueblo vio su sombra en el camino al lado de él.

—¿Quién es este hombre caminando a mi lado y nunca yendo a un paso detrás de mí? —pensó él. —Él debe querer algunos de mis bollos rellenos—.

Y él empezó a tirar los bollos rellenos a la sombra uno tras de otro. Pronto ninguno quedaba, pero todavía la sombra estaba al lado de él. —¡Eres un glotón!— dijo el tonto, molesto, y él echó la olla a la sombra. La olla rompió, y las vasijas de barro volaron a todos los lados.

Él llegó al campo vacío, y los hermanos le preguntaron para que él estaba allí. —Yo le he traído su cena—, dijo él.

—¿Dónde está, entonces? ¡Dénosla a nosotros y que sea rápido!

—¡Bien, ustedes verán, hermanos, un hombre, un extraño, me siguió todo el camino hasta aquí y se la comió toda!

—¿Qué hombre era ese?

—¡Allí él está, justo a mi lado!

Los hermanos empezaron a reñirlo y a golpear al tonto, ellos le dieron una paliza legítima, y dejándolo para cuidar las ovejas, fueron a casa a comer.

El tonto empezó a perseguir a las ovejas y viéndolas desviarse encima del campo, corrió tras de ellas. Él las cogió, uno tras otra, y apuñaló sus ojos, y, cuando él las había segado a todas, las recogió en redondo y se sentó, mientras mirando allí tan contento como si él hubiera hecho algo meritorio.

Los hermanos cenaron y regresaron al campo.

—¡Qué ha pasado! ellos gritaron—. ¿Quién ha segado los ojos de las ovejas?

—¡Para qué ellas necesitan los ojos! —el tonto dijo—. En cuanto usted salieron ellos se salieron del campo, así que yo las cogí, las segué, y aquí ellas están de nuevo todas juntas. ¡Y yo soy ese cansado yo apenas puedo estar de pie!

—¡Espere hasta que nosotros terminamos con usted, verá cómo usted se sentirá entonces!— los hermanos dijeron, y ellos fueron a él con sus puños y le dieron una legítima golpiza.

Algún tiempo paso, habría una fiesta pronto, el viejo y su mujer enviaron al tonto al pueblo a comprar varias cosas para la casa. Ivan compró todos a que le habían dicho, un saco de sal, una mesa, un juego de cucharas y uno de tazas, y las muchas otras cosas también, y su carro estaba muy pesado cuando él había terminado de cargarlo. Él volvió a casa, pero iba lentamente, su viejo caballo podía escasamente poner una pierna delante de la otra.

—¡Pienso, —le dijo el tonto—, la mesa tiene cuatro piernas como el caballo, así que por qué no la bajo y ella va a casa sola! Y él agarró la mesa y la puso abajo en el camino. Él siguió adelante, y si él estaba cerca o lejos de la casa nadie lo sabe, pero luego los cuervos empezaron a rodearlo por encima, graznando ruidosamente cuando ellos volaban.

—¡Ellos deben tener hambre para hacer tal ruido! —pensó el tonto, y, poniendo platos con comida en la tierra, él llamó a los cuervos, invitándolos a comer hasta su hartarse.

—¡Venga, mis hermanos, vengan amores, coman y disfrute ustedes mismos!— él gritó y el caballo siguió adelante.

El carro iba despacio a lo largo del camino. Vió tres troncos jóvenes cortados a lo largo del camino, el tonto dijo

—¡Esos muchachos se helarán, descubierto como ellos están!

Él detuvo el carro, puso las ollas nuevas que él había comprado en los troncos y siguió. Él llegó a un río y permitió al caballo beber, pero como no lo hacía, se dijo que no le gustó el agua porque era no salada. Él empezó a salar el agua y siguió haciéndolo hasta sal no salió más del saco, y todavía el caballo se negó a beber.

—¡Por qué no bebes, vieja mula, pueda los lobos lo hagan! —él dijo. —¡Por qué, yo gaste un saco entero de sal sólo por usted!—

Él golpeó el caballo en la cabeza con un leño y lo mató. Nada quedaba en la carreta excepto la bolsa con las cucharas y él agarró el saco y lo puso encima de su hombro. ¡Él fue de nuevo a lo largo del camino, y con cada paso las cucharas soltaron su sonido metálico al chocar y resonaban mientras se golpeaban entre ellas, y él pensó ellos estaban diciendo, «¡Ivan es un cigüeñal!» ¡Así que las tiró a la tierra y empezó a golpearlas diciendo cuando hacía eso

—¡Tomen cucharas! ¡Cómo se atreven a fastidiarme!—

Él regresó casa y dijo a sus hermanos —¡yo he comprado todas las cosas que ustedes me pidieron comprar, hermanos!—

—¿Gracias, pero dónde están?

—Bien, la mesa yo la puse en sus piernas y está corriendo detrás de mí, los platos yo llené con la comida y los dejé atrás para los cuervos, las ollas yo las use de sombrero para unos troncos cortados no cogieran frío, la sal la agoté por culpa del caballo y las cucharas yo las tiré por fastidiarme.

—Bien, entonces, imbécil, se da prisa y vuelva a buscar todo lo que usted dejó en el camino.

El tonto regreso al bosque, tomó las ollas de los troncos cortados del árbol, rompió sus fondos, ató una docena de ellas, grandes y pequeñas en un palo y las trajo casa. Sus hermanos le dieron una paliza, y dejándolo en casa a cuidar de cosas, fueron a trabajar. El tonto se sentaba allí y escuchaba los sonidos, oyó el gorjeo de la cerveza que fermenta en un barril.

—¡Cerveza pare de gorgotear, deje de fastidiarme!— dijo él. Pero cuando la cerveza no lo consideró y siguió borbotando, él subió al barril, arrancó el espiche y permitió a la cerveza fluir encima del suelo. Entonces él subió en un comedero, y usando sus piernas como remos, se empujó encima del suelo, cantando canciones en alta voz.

Los hermanos vinieron a casa y cuando ellos vieron lo que el tonto estaba haciendo ellos lo pusieron en un saco, lo cosieron y lo arrastraron al río. Ellos pusieron el saco en la orilla y buscaron un agujero de hielo.

Un hacendado pasó entonces en un coche dibujado por tres alazanes, el tonto oyó el golpear de cascos y lo llamó desde el saco

—Ellos quieren hacerme gobernador a mí para gobernar a las personas y juzgarlos, y yo no sé gobernar o cómo juzgar.—

—Espere, —dijo al propietario—, usted no debe hacer eso, sino yo. ¡Venga, ahora, salga del saco!— Él cortó el saco y cuando el tonto estaba afuera se arrastró en su lugar. El tonto cosió entonces de nuevo el saco y agarrando el coche del propietario, huyó. Los hermanos regresaron, recogieron el saco y lo bajaron en un agujero de hielo, y ellos vieron venir la burbujas en la superficie del agua.

—El tonto debe estar enviando a sus últimas burbujas,— dijeron ellos y partieron a casa. De repente ellos ven venir hacia ellos un coche conducido por tres alazanes y al tonto en el carro

—¡Simplemente vean qué bonitos caballos yo cogí en el río!— él dijo jactanciosamente. —¡Y no mes nada comparado con las riquezas finas allí abajo!.

Los hermanos estaban llenos de envidia. —¡Venga, imbécil,— dijeron ellos,— ayúdenos a entrar en un saco, lo cose y bájenos en el agujero sobre el hielo, y sea rápido con eso! ¡Nosotros no queremos que nadie las agarre salvo nosotros!—

Ivan hizo como ellos dijeron y le ordenaron ir a casa, bebió lo que quedaba de  cerveza y rezó oraciones por sus hermanos.

El tonto tenia un pozo, en el vivía una ballena, y ahora yo he acabado.

FIN


Referencia:  Ivan el tonto.