Pinocho

19 Octubre 2007

En secreto, aquel títere animado, miraba por la ventana. Afuera una vieja renca y con paso lento cargaba una pequeña bolsa de comida que compró, a duras penas, en el mercado; más abajo un pulpero hacía trampas en el peso a un pobre campesino; por la calle de arriba unos niños lanzaban piedras a un perro sarnoso y una bebita lloraba en aquella calle de tierra, mientras su madre limpiaba la basura que otros echaron frente su casa. Y así, mientras más miraba el muñeco por esa ventana, más comprendía la naturaleza humana.

A su lado, de rodillas, el títere observó como su padre rogaba y rezaba a una hermosa cruz tallada, pidiendo que se cumpliera la promesa de aquella hada. «¡Un hermoso niño de carne y hueso!», por eso suplicaba.

—Espero que Dios y el hada oigan pronto mis rezos — le dijo al títere tras sus rezos.

—Yo también —respondió el títere en un susurro.

El carpintero entonces se levantó, buscó sus herramientas y afinó de nuevo la nariz del títere; ya que de repente, ante sus ojos, le pareció que crecía gruesa y larga como la rama de un árbol.