813-814

30 Noviembre 2007

Era el año 813 de la era común de los hombres, en Europa reinaba el Emperador Carlo Magno, que logró al unificar buena parte de los reinos francos, itálicos y germanos en una sola nación. Lejos de estos conflictos humanos, las hadas y duendes, que no cuentan los años de esa forma, tomaron esa fecha como referencia para el mayor acontecimiento que habían tenido en siglos. Fue el año de la boda de Titania, reina de las hadas, con Oberón, rey de los duendes. Ambas especies tuvieron disputas, por siglos, por el control de los bosques europeos. Finalmente tras una larga tregua y duras negociaciones se llegó a aquel arreglo.

Titania en la ribera de un pequeño estanque se contemplaba en el espejo de las aguas oscuras. Algunas sirvientas le peinaban sus blancos cabellos en gruesas trenzas, atándolas con lazos de oro, mientras otras buscaban cerca entre las flores tinte para sus pálidas mejillas y blancos labios. Con los ojos dorados llenos de agua que no terminaban de salir, la reina de la hadas dijo para si y a sus siervas:

—¿Quién tuvo la idea de casarme con este ser? ¿Qué será de mí? Tener que compartir mi lecho de flores con el olor almizclero de un macho. ¿Cómo será no sentirme rodeada de suaves texturas y lisas pieles; y tener que soportar sobre mí a un ser de piel oscura, dura y cubierta de ásperos vellos? Tengo entendido que sus piernas son de cabra y que tiene largos cuernos en su testa. ¡Oh por Dana y Brigit, mis señoras! ¿Cómo podré soportar las caricias de ese ente sin sentir la tierra sucia de entre sus dedos, que acumuló de tanto vivir en el suelo? ¿Roncará? Seguro lo hace toda la noche y me desvelará, perderé mi sueño y mi belleza con el paso de los días sin dormir. Se me quebrará el pelo y se me caerá. Mi piel se cuarteará hasta parecer una bruja. No quiero imaginarme lo que me hará en las noches cuando nos dejen solos y juntos. Seguro que me montará como montan a las bestias, me rasgará hasta cansarse y ni siquiera poder gritar. Sentirme rota en pedazos cada día y noche. Obligada por boda a ser su banco de lujuria. Que engendros y espectros surgirán de aquella pasión contranatura. ¡Oh Dana y Brigit mi señoras dadme fuerzas! —Terminó de murmurar para sí, mientras dos gruesas lagrimas atravesaban sus mejillas.

Mientras la reina pensaba en esas cuestiones, Oberón miraba desde lo alto de la rama un gran roble, en la cual reposaba. Sus ojos en el infinito contemplaban un futuro incierto por primera vez en siglos de existencia, que parecían como hubieran sido sólo meses a los hombres. A su lado, su fiel compañero, aquel fauno adoptado, lo miraba con su cara sonriente.

—Puck —dijo el rey de los duendes— tú que conoces a las hadas y que ya estuvisteis en reuniones con ellas; háblame un poco de cómo son. ¿Es cierto que tienen antenas y se parecen a insectos y qué tienen esos ojos grandes como moscas? ¿Qué sus pieles son verdes y tan húmedas como ranas? ¿Con qué fenómeno me obligan mis consejeros a casarme? ¿Vale realmente el sacrificio? No es preferible que las acabemos definitivamente, aunque en esa empresa no quedemos ninguno de nosotros. Es qué mi pueblo no me ama lo suficiente, como para luchar por su rey hasta la muerte. Responde mi noble heraldo, tu que no eres de mi pueblo, pero al igual que en lo míos, no hay hembras en tu raza.

Puck miró a su señor, su sonrisa seguía en su rostro respondió:

—No entiendo el miedo a las hembras mi señor, es cierto que en mi raza no existen, pero por mi dios Pan, ¡Cuán hermosas son! Mis hermanos no pierden oportunidad y cuando tienen a su alcance brincan sobre nayades y ninfas. Éstas bañándose en las riberas de los ríos, nos muestran sus piernas y bellos senos. Senos donde nuestros labios desean reposar y lamer. Pues niños somos en ese instante que ellas nos abrazan y nos quieren. Pero las ninfas, aunque hermosas y sexuales, realmente no nos quieren. Ellas juegan con uno, como el gato juega con el ratón. Se muestran cariñosas entre ellas, como diciéndonos miren aquí estamos; pero salen corriendo cuando nos ven, es miren pero no toquen. Las hembras de los hombres igual nos temen, piensan que somos diablos que violarlas quieren. Y aunque eso en parte es cierto, mis congéneres con la sangre y el deseo que corre por nuestra arterias, rara vez nos les acercamos tanto; pues lo cierto es que los hombres hierro y fuego tienen. Todas las hembras son volubles, les gusta jugar con los machos, y hacen que peleemos entre nosotros, pues así ellas escogen al mejor. Es ello cierto en la naturaleza, donde el macho es generalmente más bello y fuerte; aquí el león tiene una hermosa melena y el pavo real muestra una cola de mil ojos, y ambos lo hacen para deslumbrar a sus hembras. Lo mismo ocurre con el ciervo, cuya cornamenta crece grande y fuerte, para decirle a la cierva, ¡Aquí estoy yo, mira mis cuernos, cuan grandes son! ¡Son para ti, para que sepas que fuerte y sano soy!. ¡Oh mi señor!, eso debe ser usted para esa reina. Le aseguro que piel verde no tiene, puede que húmeda sea, pero eso sólo ocurre cuando corre, vuela o calor tiene. Sus ojos son grandes, pero no como mosca, sino como gatos, hermosos en ese rostro triangular. De insectos sólo delicadas alas, cual mariposa transparente en su espalda lleva para volar de una flor a otra. Las hadas, pese a su fuerza y poder de decirle al viento que corra entre los pastos y llamar a que el rocío cubra las hojas, son en realidad seres muy delicados, que no soportan lo áspero, ni lo feo. La unión del más joven de nuestros reyes, con una reina de las hadas traerá paz a nuestro mundo. Tras su unión, sus vástagos generaran una nueva especie. Como ocurrió con Florabella y el enano Glob, quienes fueron padres de los gnomos que hoy recorren las galerías bajo tierra y que no tienen el miedo a que el sol los vuelva piedra. Describir a las hadas mi señor es algo que deberá aprender en el día a día, nunca logrará saber todo de ellas. Eso es parte de su naturaleza y de la naturaleza de ser hembra. Pero con cada pétalo de la flor que arranque, más cerca estará de usted de conocerla. No permita que ella viva sin su ayuda, haga todo por ella, aunque sea lo más absurdo; pero evite que su presencia constante empalague. Y para que ella no se canse de su usted, déjala sola cada tanto en tanto, denle espacio, para que su ausencia le recuerde que todo se lo hace usted. Pero que no sea tan corta su separación que no lo soporte cerca todo el tiempo, ni tan larga que ya no le necesite, ni lo extrañe. Cosa importante con las hembras, ellas hablan siempre, de los temas más variados e insulsos, pero sólo con sus compañeros, con su amigas sólo conversan de una sola cosa, de chicos. Con uno por el contrario hablan hasta de la leche del gato. Ellas siempre terminan una conversación. Por tanto, escúchela siempre, no importa el tema del que hable, jamas la contradiga y quede usted con la última palabra.

Oberón escuchó esta palabras de su siervo y más se asustó, tragó duro ante las recomendaciones de su fiel amigo. ¡Qué terrible destino le esperaba, al servicio de un ser que sólo manda y no tiene sentido de las cosas a su alrededor! Se acercaba el atardecer, en el momento que el sol toca el horizonte y hasta que desaparece tras la tierra serían llevados los votos, luego la fiesta se alargaría hasta la salida del nuevo sol. Una noche de excesos, una noche de fiesta, ese es el protocolo dado. La hora se acercaba y dos caravanas separadas avanzaban de lados opuestos del bosque, describiendo una espiral, una se movía al norte, mientras otra al sur, luego la primera al este y la segunda al oeste, y así hasta alcanzar el centro de un claro donde salamandras y fuegos fatuos, por su naturaleza ígnea, esperaban en el claro marcando con sus llamas la hoguera del festejo. Estandartes y banderas, trompetas y flautas, campanas y martillos sonaban en algarabía en ambos grupos. Del lado de la hadas iban ninfas, elfos y elfas, silfides y silfos; nayades y ondinas salieron de su arroyos y ríos, todos se unieron a la cofradía. Del lado de los duendes, faunos y sátiros, enanos, gnomos, centauros y esfinges se acercaron. Ambos grupos se miraron, los sátiros con lujuria en sus rostros al contemplar las desnudas ninfas. Frente a las hadas, su reina, con traje blanco y vaporoso, flotaba a centímetros del suelo. Sus alas transparentes revoloteaban incesantes. Sus ojos dorados contemplaban buscando a su futuro marido. Del lado opuesto duendes y sátiros esperaban ansiosos. Oberón, tras ellos oculto, miraba al grupo contrario.

La hora marcada llego. El sol toco tierra y sus filas abrieron paso para que avanzara, el joven rey salió de entre la muchedumbre que lo acompañaba. Titania percibió una figura que salía; ella conocía el ceremonial y avanzó con sus ojos en el suelo. En el centro de aquel lugar se detuvo, esperaba por ver patas de cabra, pero no ocurrió. Unas piernas humanas, descalzas, jóvenes y algo lampiñas contemplaban su ojos. Subió la mirada, contemplo entonces a un chico asustado de piel clara, largas orejas puntiagudas, una abundante cabellera oscura y ojos negros, desnudo, salvo por hojas de parras que cubrían su ingle, frente a ella, con su cuerpo lampiño estaba Oberón, cual chico de quince años. El joven tenía apenas marcados los músculos bajo esa piel que se tornaba suave a la mirada de ella. Titania sonrió. Oberón se contempló en los ojos dorados de aquella mariposa blanca, de largas trenzas hasta la cintura. Acercó su rostro y besó suavemente los labios de la chica, ahora, ya estaban casados.

El silencio que reinaba fue roto ante las felicitaciones y gritos de jubilo de ambos grupos, la noche más larga iba a empezar. Y mientras los elementales del aire, del agua, la tierra y el fuego celebraban. Ocultos trasgos, goblins, gremlins, orcos, kobolds y otros seres oscuros contemplaban, ya tendrían ellos su oportunidad para reinar. En el año 814 de la era común, las hadas y duendes entran en su último periodo dorado; mientras que fallece entre los hombres Carlo Magno, y los humanos que habitaban Europa entran en el periodo más oscuro de su historia.

(continuara…)