1428-1431

27 Abril 2008

Es el año 1428 de las crónicas humanas, en la era común de los hombres. Inglaterra y Francia ya tienen casi cien años de conflictos por derechos de sucesión en el trono de Francia. Ajenos a estos problemas de la superficie, en el submundo, Oberón ve entrar en sus dominios a un espectro nunca antes visto. La figura de un hada como pocas. De ropajes etéreos y oscuros, apenas dejan ver una piel tan blanca como la nieve, sus ojos son tan oscuros como la más negra de las noches, los labios pequeños y carnosos, de un rojo como la sangre que contrastan contra el pálido rostro enmarcado con una cabellera negra y corta; sus alas a semejanza de su traje no son transparentes sino que las vetas de venas negras recuerdan más las alas de unas libélulas que de una mariposa. El hada entró sin hacer ningún comentario y se dirigió, como quien conoce el camino, a las habitaciones de la Reina Titania. Entrando y cerrando la puerta tras de sí.

Oberón contempló la puerta cerrada de su mujer. Puck a su lado había llegado para recibirlo y que le comentara de su último viaje, cuando fue interrumpido su paso por la pasada de aquella oscura hada.

—¿Qué era ese ensueño infernal? —dijo Oberón a su fiel ayudante, mirándolo desconcertado.

—Ma-ab

—¿Quién…?

—Sólo sé que se llama Ma-ab, viene del norte, de las islas, y según algunos es muy poderosa, dicen que es la reencarnación de la diosa Morrigan.

—¿Qué busca en estas tierras?

—No lo se, mi señor.

Oberón no insistió más, se plantó frente a la puerta y esperó, aquellos minutos parecieron horas, y las horas se sintieron como días; cuando Ma-ab finalmente salió de los aposentos reales de Titania, su paso fue detenido por la presencia del joven rey de los duendes y las hadas.

—Aparta, bicho de tierra. —Dijo Ma-ab de fuerte modo y rostro frío.

—Esa no es forma de hablar a un rey, ¿verdad Puck? —dijo Oberón en tono burlón, aún impidiendo el paso de aquella hada oscura. Puck prefirió no responder y retrocedió algunos pasos, como quien quiere escapar de una bomba que está por explotar.

—¿Qué ocurre? —apareció Titania al borde de su puerta, intrigada por la voz molesta de su igual.

—Este bicho de tierra impide mi paso.

—¡Oberón, amor! ¿Cuando llegaste? —dijo Titania, abrazando y besando a su marido entusiasta.

Los ojos de Ma-ab se abrieron en horror al contemplar tal escena de cariño entre un Hada y un duende. Había escuchado que hace algunos siglos una reina de la hadas se había unido a un duende para poder unir ambas razas en una sola y juntos enfrentar enemigos comunes. Pero ignoraba quién había sido la desdichada. De pronto comprendió mejor el por qué Titania había abandonado la superficie y se había refugiado tan profundo en el submundo. Era común que algunos reinos de Hadas se refugiaran bajo la tierra. Ella también lo había hecho, ante el avance de los hombres y varias de sus congéneres buscaron refugio en lo profundo de los bosques y entre las nudosas raíces de arboles centenarios.

Oberón contemplaba a Ma-ab con sus ojos abiertos, mientras Titania lo besaba con ojos cerrados de espalda a su compañera. El gesto de desagrado no pasó desapercibido por el chico. Puck por su parte aprovecho la distracción del grupo para escabullirse, sabía que no era bueno estar cerca de aquella hada de oscuras telas. Titanía por fin soltó a su marido y girando despejó el espacio para que Ma-ab pudiera por fin salir y con un beso en la mejilla de Titania, a modo de despedida, Ma-ab abandono el sitio.

—¿Dónde has estado, amor?

—Por ahí.

—Eso es todo —dijo Titania algo dolida por la simple respuesta—. No hubo nada interesante en tu viaje.

—No, ¿Quién era esa?

—Ma-ab, una prima.

—Y que quería.

—Ayuda.

—¿Ayuda? ¿De qué tipo?

—Con los humanos, hace casi un siglo que están en guerra y están acabando con sus bosques y campos, pero le dije que las reglas del Rey Salomón impiden a los elementales inmiscuirnos en asuntos humanos.

—Interesante…

Fue el último comentario que hizo Oberón esa tarde. El lecho de su mujer lo esperaba. Cuando terminó de amarla aquella noche, recostado a su lado, Titanía con sus cabellos blancos y con su rostro en su pecho mientras dormitaba, mientras Oberón contemplaba el techo lleno de raíces y luces fluorescentes de hongos que brillaban azulverdoso colgados de las paredes y creciendo entre las raíces mientras maquinaba. A la mañana siguiente, cuando Titanía se bañaba con el rocío recolectado esa noche por cientos de minúsculas hadas, Oberón se levantó y salió de su palacio subterraneo una vez más sin aviso.

***

—¿Qué buscas aquí? —preguntó Ma-ab desde su trono de basaltica piedra.

—Ofrecerte un trato. —respondió Oberón.

—¿Qué puede ofrecer un espíritu de polvo y tierra?

—Finalizar la guerra de los humanos que consume tu reino.

—¿Qué ganas tú con ello?

—Una noche contigo y si mis dioses me lo permiten, un heredero de los duendes y hadas.

—Crees que me rebajaría a unirme con alguien tan inferior.

—Por tu reino, seguro que sí.

Ma-ab contempló a aquel espíritu de tierra unos instantes, pese a no ser de su especie, no era un mal espécimen. Tenía todavía ese cuerpo de chico, lampiño. Ojos grandes y oscuros y cabello negro como el de ella. Una sonrisa cruzó por sus labios y con un gesto aceptó.

***

En el año de 1428 los ingleses tomaron Orleans, Oberón vió su oportunidad y escogió a una joven campesina, le indicó mientras dormía que fuera a la corte del delfín de Francia, le describió al heredero y ella lo reconoció oculto entre sus cortesanos como Rey legitimo de Francia; cosa de la que él dudaba, seguro como estaba de ser un hijo bastardo. Guiada por las voces que le llegaban en sueños aquella campesina recobró Orleans, venció en Jargeau y Meung. Para el año 1429 logró que el delfín fuera consagrado en Reims y coronado como Carlos VII de Francia. En 1430 la joven líder de los ejércitos franceses fue capturada por los borgoneses, quienes la entregaron a los ingleses y la quemaron por delito de brujería en 1431. Veintidós años más tarde el rey puesto en el trono por aquella campesina derrotaría finalmente a los ingleses. Era el final de la guerra conocida como de los cien años (aunque duro un poco más). El reino ingles perdía definitivamente sus posesiones en el continente y Ma-ab, pagando su deuda, se acostaba con Oberón. De aquella joven campesina, el pueblo ingles dijo a su muerte, “Hemos quemado a una santa”. Hoy Juana de Arco es la santa de Francia.

(continuara…)