22 Septiembre 2007
Adagio sostenuto
La triste ondina soñaba con levantarse esa noche. Surgir de las aguas bañadas por la luz de la luna. Esperando que, en los aires de esa noche iluminada por el pálido espejo, su melancolía llegara a su fin. Asomar su rostro azul y transparente a los mortales; contemplar, entre sus cabellos de algas verdes, con sus ojos de esmeralda, los suaves rayos de aquella sombra blanca que alumbraba el nocturno cielo. Aún con flojera y menguando animo levantó su cabeza sobre las aguas, una vez, luego otra, y otra, dejando olas rítmicas en el agua de aquella cristalina laguna; mientras las ondas avanzaban suaves hasta la lejana orilla.
Allegretto
En la orilla un joven céfiro soplaba aburrido entre cañas y pastos. Con sus ojos dorados miró extrañado las ondulaciones rítmicas en la superficie del agua. Atrapado en su propio ritmo, sopló con más fuerza su alas. Un nuevo compás se reflejó en las aguas de la laguna. La ondina, asustada al sentir las nuevas olas, se sumergió mirando hacia arriba. Mientras el céfiro, con alas de libélula, voló sobre la laguna iluminada por la luna; buscando el origen de las primeras suaves olas, ahora perturbadas por el batir incansable sus transparentes alas.
Presto agitato
Bajo las aguas la ondina miró al joven céfiro volar sobre ella, ella nadaba en rápidos círculos. Él por su parte contempló a la joven dama de las aguas, envuelta entre algas. Juntos giraron aún más rápido que antes, cada uno en su propio elemento, contemplándose mutuamente; mientras un remolino surgía en las frías aguas. Ella se acercó al borde de su reino liquido, en el centro del vórtice. Él se aproximó a la superficie el agua. Se besaron unos instantes, él y ella dentro de su propio reino fluido. Finalmente se separaron, corriendo cada uno por su lado. Ella nadando, con una amplia sonrisa en su rostro, a lo profundo de las aguas. Él girando cada vez más rápido sus alas, por la rivera de la laguna, soltando una fuerte y feliz carcajada. Eso fue en la laguna y eso mostró la luna.
Ares Cronida 