Destinos Amarrados

22 Septiembre 2007

1.- LA VÍCTIMA

En aquella enorme casa, de veintiséis habitaciones, yo pase mi infancia, rodeada de un número infinito de hermanos y primos. En ella mi abuela, mi madre y mis tías criaron a todos sus hijos, y los de algunos primos. Cuando cumplí los trece, me sentía hermosa, y sin saberlo desperté pasiones en Manuel, un lejano primo. Una mañana, él salió del baño, y viéndome aún dormir sola, en uno de aquellos enormes cuartos fríos, entró en mi cama y se acostó conmigo. Le dije que parara, pero él no se detuvo, sentí el olor del mentol en su boca mientras me besaba, luego me la tapó con una de sus manos, me abrió las piernas con la otra y…

Creía que había pasado lo más horrible, me habían violado esa mañana y esa fue la experiencia más terrible de toda mi vida. Después de que se hubo ido, me levanté como pude aguantado ese dolor entre mis piernas; llegué al baño y vi como la sangre corría entre ellas. Me dije que nunca más quería saber de los hombres.

Mi madre, echadora de cartas, supo que algo me ocurría; y aquella noche me vio en aquellas barajas atravesada entre espadas. Aún ahora entre las paredes de mi celda, no soporto el dolor de su rostro cuando lo supo por aquellos naipes y el horror cuando ella en ese instante adivinó que traje de monja yo vestiría el resto mi destino.

2.- MANUEL

Yo no entiendo que les pasa a las chicas, se la pasan mostrando sus labios rojos y sus senos ya crecidos. Ellas creen que se pueden pasar por la casa sólo con camisetas y pantaletas, y porque somos familia, eso a nadie le importa. Me acuerdo de una prima en particular, después de andarle calentando a uno todo el día el cuerpo, cuando por fin uno les hace el favor, se ponen a decir que son niñas y de paso se vuelven estrechas. Supe luego, cuando volví a la casa unos algunos años después, que se había metido a un convento. Bueno al menos el recuerdo de un macho se llevó a ese encierro.

3.- LA MADRE

Sentía que algo pasaba, lo veía en su rostro, pero no me lo contaba. La agarré aquella noche y saque, de su funda púrpura, mis viejas cartas. Le ordené que las revolviera y que en tres partes las dividiera y que una de ellas escogiera. Yo tomé aquella tercera parte, y puse en esa mesa cinco cartas. La primera era la situación, en ella aparecía el ocho de espadas, alguien había sido sacrificado. La segunda carta fue el siete de espadas, fue producto de una traición. En la tercera por encima, la carta de los enamorados volteada, ya sabía que pasaba. La cuarta era lo hubo por debajo, y en ella el diablo, símbolo de la seducción confirmó mi sospecha. La quinta y última, el diez de espada con su estocada de muerte y sangre regada.

No dije nada, esperé que se marchara, coloque cinco cartas más, deseaba conocer el final. El diez de oro apreció volteado y supe que la familia rota estaba. El cinco de copas me indicó los sueños derramados. El sumo sacerdote indicó luego el rumbo, el colgado el sacrificio y la suma sacerdotisa el final. Monja acabaría ella. Recuerdo que aquella noche lloré, no recuerdo más.

4.- LA PRIMA PAULA

Juntas dormíamos en uno de aquellos enormes cuartos. Ella, con sólo trece, ya tenía mi alto, cuando yo tenía dieciséis. Compartíamos todo, pero eso fue hasta que llegó Manuel. Me acuerdo cuando me decía —Paula, mira que apuesto es Manuel—. Fue cuando vi la mirada de él sobre ella y por primera vez le tuve envidia a mi prima menor. Creó que Manuel tuvo algo con ella, pero realmente no lo sé. El comentario vino de mi tía, la que echaba las cartas, cuando a mi madre le explicaba el por qué mi prima al convento se fue poco después de la partida de él. Una vez le pregunte a Manuel, poco después me casarme con él, y me dijo que eso nunca pasó. Ya hoy no ciento ni siguiera lastima por aquella prima coqueta, que un día casi me quitó a Manuel.

5.a.- EL PRIMITO

Cuantos años han pasado ya, no lo recuerdo, creó que yo tenía diez u once años. Un primo que estaba de visita, se acostaba con mi prima en la cama de al lado. No se dieron cuenta al principio que yo estaba en mi cama. No entendía realmente, en ese entonces, lo que pasaba. Recuerdo el rostro de mi prima y las lágrimas que ella derramaba; pero ella no decía nada, absolutamente nada. Él gemía y se movía. Pronto terminó y se levantó, se cubrió con su toalla y me lanzó una almohada a la cara, cuando se percató que yo los observaba.

No dejo de pensar en las lágrimas mudas de aquella prima, y a veces me imagino que si aquella vez hubiera gritado para ayudarla, hoy ella no estaría en aquel claustro encerrada. Aún hoy permanezco mudo, el primo Manuel, bueno es ahora mi cuñado. Nunca le dije a mi hermana, ni a mi madre, ni a mi tía. Pero seguro estoy que todas ellas saben y el silencio que aún guardo es aún hoy mi mayor pecado.

5.b.- EL PRIMITO (final alternativo)

Cuantos años han pasado ya, no lo recuerdo, creó que yo tenía diez u once años. Un primo que estaba de visita, se acostaba con una prima en la cama de al lado. No se dieron cuenta al principio que yo estaba en mi cama. No entendía realmente, en ese entonces, lo que pasaba. Recuerdo el rostro de mi prima y las lágrimas que ella derramaba; pero ella no decía nada, absolutamente nada. Él gemía y se movía. Pronto terminó y se levantó, se cubrió con su toalla y me lanzó una almohada a la cara, cuando se percató que yo los observaba.

Hoy he tratado de reproducir esa imagen, le pago a putas y sus chulos para que la escenifiquen. Me excito sólo de ver a esas mujeres llorando mudas mientras las penetran; pero no he encontrado ninguna que logre mostrar un rostro de horror y dolor como el de aquella prima que terminó convertida en monja.

Nota aclaratoria por motivos de autoría.

Para todos aquellos que leyeron los anteriores mini-cuentos relacionados, hago la aclaratoria que la idea original es de la compañera Limonada y que la presentó en el Puerto de Fictica en fecha 24 de agosto de 2007. Como ya le dije a aquella amiga, tu cuento puede tener muchas aristas y vértices, son estas aristas y estos vértices los que re-expongo (con algunas correcciones posteriores) ante todos los amigos de este portal.