Dorothy y el camino de la salvación

19 Octubre 2007

Llegando a las puertas de la Ciudad Esmeralda, Dorothy giro para ver la caras de sus amigos y al descubrirse sola regresó presurosa sobre sus pasos, angustiada por encontrar a sus compañeros. Encontró primero al hombre de paja y este estaba rezando en el piso.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué te paraste? —preguntó la chica al espantapájaros.

—El señor es nuestro Dios, el señor es Uno —respondió el espantapájaros, mientras se inclinaba en la tierra y continuaba rezando; fue cuando Dorothy vio al hombre de Hojalata, arrodillado frente un poste, y pensando que se había oxidado de nuevo corrió a ver si necesitaba ayuda.

—¿Estas otra vez oxidado, que no pudisteis seguir? —preguntó asustada.

—Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu… —escuchó decir al enlatado, mientras iba contando las piedras de un rosario entre sus manos. Volvió a mirar a su alrededor descubrió al león tirado sobre el pasto boca abajo, corrió nuevamente al pesar en lo peor, y cuando llegó a su lado preguntó:

—¿Está herido mi melenudo amigo?.

—Oh, Alá, ante ti estoy inclinado y rezo por tu gloria y la de Mahoma tu profeta —dijo el león. La chica se levantó, miro al horizonte y contempló los esbeltos pilares y la amurallada ciudad esmeralda, y dijo para si:

—Si logro salir de este lugar, juro que me vuelvo atea.