Enfermo de celos

23 Noviembre 2007

Gilberto empezó a sospechar de las idas de su mujer al ginecólogo, los celos empezaron a devorarlo, fueron cuatro veces en dos semanas y el mes apenas empezaba. Imagino lo peor. Conocía al dichoso medico. Él la dejó antes un par veces en el lugar. El tipo tenía el pelo rubio corto a lo Brat Bit en Mr.&Mrs.Smith; con esa sonrisa blanca perfecta que siempre estaba en su boca. Lo odió con tan sólo imaginar a su mujer siendo revisada en lo intimó. Una mujer va dos o tres veces al año a este tipo de medico, no cuatro veces en dos semanas y eran visitas muy largas, o al menos eso le pareció a él comparándolas con las de otras pacientes.

No pudo más, decidió terminar con todo, recordó las palabras que su mujer le dijo en una de peleas tiempo atrás: «nunca te perdonaré si te metes a puto». Tuvo una idea terrible de repente. Buscó en periódico los clasificados de masajes hasta que encontró lo que buscaba: “Negro apuesto, deportista, BD (Bien Dotado), atiende a hombre maduros en sus fantasías… bla, bla,”. Gilberto anotó los datos del teléfono, llamó luego para preguntar precio y confirmar la naturaleza del servicio.

A la siguiente visita de su mujer al médico llamó al “masajista”, apenas tenía tiempo para prepararlo todo. Explicó lo que deseaba, el fulano llegó a las dos horas. Gilberto se asustó un poco del tamaño del tipo, debía tener el metro noventa, era apuesto, para su raza, tenía una mandíbula cuadrada de boxeador, cuerpo de futbolista, todo afeitado, incluida la cabeza. Gilberto llamó a la consulta, confirmó que su mujer había salido recién de la misma. Tenía menos de media hora para que llegara. El negro se quitó la ropa mostrando la dotación ofrecida en el diario, y eso que aún no se levantaba. Gilberto tragó, tuvo miedo, el era virgen en esto y esa dotación de tamaño lleno seguro lo rompería, pero sabía lo que se jugaba. Pago por anticipado al tipo, luego de la escena sería algo difícil. Se desnudo y puso a cuatro patas. Cerró los ojos en anticipación a lo que vendría. El negro preguntó si deseaba algún preparativo y algo de grasa. No quedaba tiempo, Gilberto dijo que lo quería duro y seco. Eso pareció excitar al tipo aún más, enfiló y penetró sin piedad al pobre blanco masoquista y empezó a cogerlo como nunca. Gilberto aguantó cuanto pudo el dolor que lo reventaba. Escuchó el pomo de la puerta girar, el negro no se percató, ya estaba por terminar.

Una joven mujer entró gritando bien duro: —Amor, buenas noticias el medico dijo que estamos —se detuvo ante la escena que estaba en el piso de su sala, su marido ahora gemía impotente por el dolor que sentía, mientras el negro salía del trasero del blanco, descargándose sobre la espalda de éste, pegando un fuerte grito de placer. La mujer casi en silencio termino —esperando un hijo —esas palabras sólo las escuchó Gilberto.

Nota: Adaptado de: Enfermo de Plagióstomo [18-Agosto-2007 Marina de Ficticia]