Futuro Posible

22 Septiembre 2007

En este lugar existen un casi millonario número de hembras estériles, no por deseo expreso sino por necesidad, la genética había encontrado que las hembras estériles eran las mejores trabajadoras. Para conservar la especie de dejaron algunos pocos machos, ya que unos pocos podían fertilizar a muchas hembras.

1.- Obrera estéril n°1.389.274

Mirar bajos estos túneles oscuros era imposible, pero el olfato era el suficiente para ella, podía reconocer donde se encontraban los depósitos de comida, los túneles de acceso y las guarderías, donde desempeñaba su labor cuidando a las nuevas generaciones. Pocas veces había asomado su rostro en la superficie, pero pese a las maravillas que mostraba, los peligros eran mayores, así que cuando le tocó decidir profesión, prefirió seguir dentro de los túneles, preocuparse de alguno que otro de aquellos grandes gusanos que escarbaban despreocupados entre la tierra y en su paso destrozaban aveces parte de los distintos pasadizos, o de vez en cuando las aguas de lluvias lograran entrar e inundar parte de las galerías, pero eso no era nada comparado con el peligro de que otro grupo rival entrara, esos que aveces lograban vencer a las vigilantes de la entrada, llegaban y se robaban las provisiones, buscaban a las más jóvenes para llevarlas de esclavas y al resto las mataban; y dependiendo de donde vinieran aquellos degenerados, a algunas de ellas las devoraban en verdadero frenesí.

De repente, el muro lateral de piedras se desmoronó y un insecto gigante entró; no supo más, su cabeza se separó de su troncó ante las fuertes pinzas de la bestia, que ya devoraba su cuerpo desmembrado. El olor de su sangre alertaría a sus hermanas del invasor, pero para ella sería ya tarde para ir a cuidar a las niñas.

2.- El macho 37

Eran pocos, no pasaban de cincuenta y dos, él miraba a sus compañeros, ya aburrido de la vida, dentro de aquella gran caverna bañada de la pálida luz verde-azul fosforescentes de aquellos hongos de las paredes. Encerrados y esperando todos la hora en que serían llamados a cumplir su única misión, ser escogidos para satisfacer a las futuras reinas. Él sabía que llegada la hora tendría que correr rápido, descubrir la salida de esas cavernas, guiarse por el olor de aire fresco que le indicaría la salida al mundo exterior, donde por pocas horas sería libre realmente, y si tenía suerte, lograr pasar sus genes, al copular con alguna candidata a reina.

Miró cuando la puerta de piedra se abría, una obrera entraba a entregar los víveres de aquel día, que parecía transcurrir igual. Fue cuando escuchó los gritos de otras obreras, algo había entrado dentro de las galerías. Miró a sus compañeros y hermanos nuevamente. Sin esperar ha ser llamando, salió corriendo por aquellos pasillos, cientos de obreras corrían en dirección contraria, finalmente quedó atrapado, habían dos puertas frente a él, en una sentía el olor del aire puro; en la otra, un olor que nunca esperó, fuerte como rosas y flores, no dudó y entró en la segunda puerta, algo le decía que ese era su destino.

3.- La princesa 25

Encerrada en ese cuarto, miraba asombrada al varón que entró por la puerta, nunca había visto a un macho, sólo a algunas de sus hermanas, y a las entrometidas obreras que venían a acicalarla casi a diario. No esperó, sentía la bulla detrás de la puerta, los gritos y los olores de muerte que circulaban en los pasillos exteriores, pero el deseo era más fuerte. Saltó sobre aquel espécimen joven del otro sexo y literalmente lo violo. Él obedecía a sus instintos, para eso había nacido, fue un acto violento, animal, desbocado. Él descargó, dentro de ella, su simiente varias veces; eso fue todo para él.

Ella, al terminar, lo dejó botado y agotado entre aquellas hojas que servían de sabanas; salió, aprovechando la puerta abierta, respiró el aire de los pasillos, supo a donde ir, cruzó por en medio de decenas de obreras muertas a su paso, aceleró su andar, debía darse prisa; finalmente llegó a la cámara real. Dentro estaba la reina y con rápido movimiento le cortó la cabeza a la vieja monarca, su madre. Cuando llegaron las obreras, tras haber matado al insecto en los túneles y que ahora desmembraban para llevarlo a los depósitos de comida, una nueva reina, ya fertilizada, tenían.

4.- Epilogo.

No sabía la nueva reina que las que realmente mandaban en aquel lugar eran las obreras estériles. Ante la llegada de la nueva reina fueron sacrificadas el resto de las princesas y los machos, incluido el número 37. Pronto una nueva generación de hijas estériles poblará el hormiguero, la nueva reina producirá de aquella única unión sexual otros millones de huevos, a razón de casi cientos diarios, su abdomen crecerá para cumplir con tal labor y sus pocos descendientes fértiles, que tendrá al final de su vida, jugaran a la ruleta por un nuevo futuro posible.