Teseo y Ariadna.

11 Octubre 2007

Sólo un listo joven se abría librado de perecer en ese lugar. Para sobrevivir había enamorado a la joven princesa y ella le había entregado, a escondida de todos, una larga cuerda que ató en la entrada y a su cintura. Así pudo recorrer el lugar en busca de los resto del hombre con cabeza de toro, una vez encontrado, separó la cabeza del cuerpo y regresó, con el trofeo, sobre sus pasos. Héroe fue llamado por todos; pero de regreso al hogar, siente dolor por esas siete doncellas y esos seis mancebos que entraron desnudos al igual que él, y aún están presos en el laberinto. Pronto morían de hambre entre los intrincados pasadizos oscuros; al igual que aquella bestia lo había hecho muchos años atrás y con cuyo recuerdo el Rey Minos chantajeaba a los pueblos del Egeo. Sin embargo, lo que más lo atormenta es cómo librarse de esa cadena que lo ata a la chica que lo ayudó, la solución le viene pronto a la cabeza, en la próxima isla que paren, él la abandonará a su suerte, sabe que si ella fue capaz de traicionar a su pueblo, más fácil será para Ariadna traicionarlo a él algún tiempo después.