Fuego y Cenizas en la Alquimia

El fuego es uno de los elementos alquímicos con mayor significado. El fuego fue dado a los hombre por el Titán Prometeo, que los liberó de la oscuridad de la noche, les dio cobijo y defensa contra las bestias que le temen al fuego. El fuego les permitió a los hombres transformar (usando su magia) al barro y la arena en cerámica y vidrio, y a las piedras en metales, el fuego acelera así los procesos de la naturaleza. El fuego es por tanto un elemento mágico, regalo de dioses y descubrir sus secretos es lo que hacen los cuentos de la forja. Así los primeros magos fueron los herreros y los orfebres que guardaban bien sus secretos de transformación, ellos son los primeros alquimistas y los químicos del mundo antiguo, que buscan transformar la materia en nuevas realidades.

La cenizas que resultan del fuego también son importantes, chamanes hindúes se cubren de cenizas para indicar su proceso de acercamiento con la divinidad y el conocimiento; la cenicienta cubierta de cenizas opera igual.

Mitos sobre el fuego. (1) El nacimiento de los hombres.

La idea bíblica de hombre como arcilla formado por los dioses no es única de mito judío, viene de mucho más atrás, del Egipto de los faraones, donde los dioses Khnum (Jnum) (el de cabeza de carnero) y su compañera Heget (Heket) (con cabeza de rana) moldearon a los hombre del barro.

 

En la versión griega, dos de los hijos del titán Jápeto: Epimeteo y Prometeo tomarían el barro y le darían forma, Epimeteo le dio forma las bestias: osos, leones y águilas; toros, elefantes y ballenas; y a todos dotó de un don, fuerza, velocidad, agilidad, visión, etcétera, para que pudieran sobrevivir. Prometeo por su parte moldearía al hombre, un ser a imagen de los dioses. Pronto vería Prometeo su error, esos seres estaban indefensos antes la bestias creada por su hermano, para solventar su equivocación iría al Olimpo y robaría el fuego a los dioses, para dárselo a los hombres, para que pudieran defenderse de las bestias. Su robo sería castigado por los dioses, que ataron al hijo del titán al Cáucaso y donde un águila (en otras versiones un buitre) vendría todos los días a devorarle el hígado, que se regeneraría cada noche para repetir el suplicio. Heracles le liberaría mucho después del castigo, mientras buscaba como llegar a jardín de las Hesperides.

En una segunda versión Prometeo le sugirió a los hombres que en el sacrificio a los dioses, tomaran la carne de los toros para ellos, y quemaran a los dioses la piel, cuernos y huesos. La trampa fue descubierta por los dioses y el fuego dejó la tierra, sumiendo a los hombres en el frío y la oscuridad. Prometeo iría al cielo para recuperar el fuego a los hombres, y tras su regreso sería preso por los dioses y castigado como se señaló antes. Visto así el mito de Prometeo tiene semejanza con la historia de Loki, ambos no son dioses, sino gigantes; ambos están vinculados al fuego, ambos recurren al engaño para vencer a los dioses y ambos terminan amarrados en una montaña pagando su castigo, señalando con ello que muchos mitos tienen raíces más antiguas.

Por desgracia la historia no termina aquí. Los dioses tuvieron miedo de los hombres y su uso del fuego, Zeus mandó a construir una mujer, Pandora, a la cual los dioses dotaron de belleza y dotes; entregada a Epimeteo (como una ofrenda de paz) esta llevaba una caja que encomendaron los dioses a Epimeteo no abrir. Pandora no resistió la curiosidad y terminó abriendo la caja, liberando de ella todo los males y pestes, desde entonces el hombre no vive más de un siglo, agotado por la enfermedades. Lo único que Pandora logró encerrar en la caja es la esperanza, que es lo último que se pierde.

Mitos del fuego (2) Agni, dios del fuego.

Se encontraban paseando el príncipe Arjuna (un hijo mortal de Indra, rey de los dioses hindúes) y su primo Krishna (octava reencarnación de Vishnú) por el bosque Khandava, cuando encontraron a Agni. El dios del fuego se mostraba pálido como las cenizas y de su cabeza sólo surgía humo blanco que caía al suelo sin fuerza como el cabello de un anciano, Agni miró desfallecido a los visitantes y les suplicó, —permitirme comer, no puedo seguir alimentándome del aceite de las cocinas y las ofrendas—, a los que los primos le preguntaron —¿Qué necesitas para alimentarte?—. Agni respondió —El bosque Khandava—, los chicos se miraron a los ojos, sabían las implicaciones de un incendio de tal envergadura. —¿Qué pasará con los arboles, las bestias y los hombres que ahí habitan?—, preguntaron. Agni les respondió —los arboles tienen raíces profundas por lo que volverán a crecer, los animales al verme llegar correrán lejos del peligro, y no hay hombres en el bosque—. Lo pensaron un instante y finalmente accedieron a ayudar al famélico dios del fuego. Agni dudó un instante, no creía su suerte, giró y dio a los jóvenes arcos y flechas para que detuvieran a los otros dioses mientras el disfrutaba su festín. Respiró profundo y todos los fuegos del mundo se apagaron, las hogueras y estufas dejaron de calentar, las llamas de todos los templos desapareció. Agni encendido por los fuegos que venían a su encuentro entró en el bosque por su ansiado banquete. Devoró hojas y ramas, avanzó por el suelo y arrasó con los pastos. En el cielo, Indra y otros dioses bajaron a detenerlo, pero Arjuna y Krishna lanzaron fechas al cielo formando una cortina que les impedía seguir. En pocas horas Agni había devorado toda la enorme selva, su piel volvía a ser dorada y brillante, de su cabeza, sus cabellos eran humo negro que subía. Agradeció a aquellos jóvenes, mientras sus llamas volvían a las estufas y velas de los hombres, más rojas que nunca. Aún la naturaleza necesita del fuego para renovarse.