Hijos de la Noche (13) Tánatos, Thanatus, Mors

Tánatos era el dios (daimon) de muerte no violenta. Su toque era manso, asemejado en eso a su hermano gemelo Hipnos (el sueño), hijo de Nix (diosa de la noche) y Érebo (dios de las tinieblas). La muerte violenta era el dominio de las hermanas de Tánatos, las Keres, espíritus de matanza y enfermedad. En el arte, Tánatos era representado como un hombre joven con barba llevando una mariposa, una corona o una antorcha invertida en sus manos. A veces tiene dos alas y una espada sujeta a su cinturón. Tánatos juega un papel prominente en dos mitos.

Tras ser condenado a servir un año a un mortal como castigo por matar a los Cíclopes, Apolo escogió la casa de Admeto y se convirtió en su pastor. Apolo quedó tan impresionado por el trato que le dispensó Admeto que lo ayudó a lograr la mano de la princesa Alcestis, la hija de Pelias, rey de Yolco. Alcestis tenía tantos pretendientes que Pelias, para librarse de los numerosos pretendientes, declaró que le daría su hija a él sólo si iba a su corte en un carro tirado por leones y jabalíes. Admeto logró hacer esto con la ayuda de Apolo, logrando así casarse con Alcestis. Pero la mayor ayuda que Apolo prestó a Admeto fue convencer a las Moiras de que aplazasen la muerte de Admeto de su día predestinado. Apolo emborrachó a las Moiras, y éstas accedieron a indultar a Admeto si lograba encontrar a alguien que muriese en su lugar. Admeto creyó inicialmente que uno de sus ancianos padres moriría con gusto en lugar de su hijo, pero cuando éstos terminaron negándose, fue Alcestis quien murió en su lugar por amor hacia él.

Tánatos actua cumpliendo el destino que las Moiras dictaban para cada mortal. Esta situación fue remediada por Heracles, quien de camino a su trabajo con las yeguas de Diomedes. Al conocer lo que ocurría, entró en la tumba de Alcestis y luchó con Tánatos, intentando persuadirle de que esperase a que a la joven le llegase su hora de forma natural. Tánatos repudiaba estas triquiñuelas de los dioses (especialmente a Apolo) que interferían sus funciones, y tras esta pequeña derrota, reclamó el respeto debido y fue incluso capaz de llevarse al mismo Heracles cuando le llegó su turno.

Otra vez fue capturado por el Sísifo que lo entrampó en un saco para evitar la muerte. Sísifo fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y de acuerdo con algunas fuentes (posteriores), fue el padre de Odiseo con Anticlea, antes de que ésta se casase con su último marido, Laertes. Fue promotor de la navegación y el comercio, pero también avaro y mentiroso. Recurrió a medios ilícitos, entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes, para incrementar su riqueza. Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. Cuando Tánatos fue a buscarle, Sísifo le puso grilletes, por lo que nadie murió hasta que Ares vino, liberó a Tánatos, y puso a Sísifo bajo su custodia. Pero Sísifo aún no había agotado todos sus recursos; antes de morir le dijo a su esposa que cuando él se marchase no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos, así que en el infierno se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes, y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo superior y así disuadirla. Pero cuando estuvo de nuevo en Corinto, rehusó volver al inframundo, hasta que fue devuelto a la fuerza por Hermes. En el infierno Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio. El motivo de este castigo no es mencionado y resulta oscuro. Según algunos, había revelado los designios de los dioses a los mortales. De acuerdo con otros, se debió a su hábito de atacar y asesinar viajeros.

Aristófanes (siglo V a IV a.C.) Señala:

Tánatos es el único entre los dioses que no ama los regalos [traducido: los sacrificios al dios no logran nada].

Esopo (siglo VI a.C.) Cuenta entre sus fábulas:

Un hombre pobre estaba llevando una carga de madera en sus hombros. Después de un rato él estaba sintiéndose muy cansado y débil, así que él se sentó al lado del camino. Apartando su carga, él convocó amargamente a Tánatos, convocando Tánatos con por sus palabras inmediatamente se presentó y dijo al hombre, —¿Por qué usted me ha llamado?— El hombre dijo: —¡Oh, sólo para pedirle que me ayude a levantar esta carga de la tierra! [traducción: desear la muerte es una cosa, verla llegar es desear otra cosa].

Una leyenda inglesa nos cuenta la misma idea de vencer a la muerte:

Estando la madre de Jack debatiéndose entre la vida y la muerte, su hijo bajó a la playa cercana a aliviar su tristeza. De repente, una silueta alta y delgada, se acercó a él, vestida con una capa negra y el rostro tapado, y le preguntó por la Granja Beanstalk, que era donde él vivía. ¿Quién quiere saberlo?, preguntó Jack. La muerte, respondió. Jack le pidió que lo demostrara metiéndose en una pequeña botella. La muerte se encogió hasta meterse allí dentro. Jack había atrapado a la muerte y volvió a casa feliz, donde encontró a su madre totalmente recuperada y con mucha hambre. Cuando Jack empezó a buscar comida se encontró con que los animales no se morían y las verduras no podían salir del huerto. Los días pasaban y nada moría, todos tenían cada vez más hambre. Y, además, cada vez había más de todo, más moscas, más pulgas. Todo esto es muy raro, dijo la madre, ¿Qué has hecho?, Jack le contó lo sucedido. Vas a tener que sacar la muerte de la botella, siguió la madre. Cuando así lo hizo. La muerte le dijo: Quizás ahora entiendas que no soy enemiga de la vida, pues sin mí, no existiría. Somos dos caras de la misma moneda, no podemos existir la una sin la otra Y se despidió. Jack volvió a la playa a mirar las olas ir y venir, al regresar a casa, encontró a su madre sentada en su mecedora favorita, con cara de serenidad, muerta.

Euripides en Alcestis (la tragedia griega del siglo V a.C.) nos narra:

APOLO
¡Moradas de Admeto, en las que yo, aunque dios, estuve en la mesa de los siervos! Zeus tuvo la culpa, que mató a mi hijo Asclepio hundiéndole en el pecho el rayo, por lo cual, yo irritado voy y mato a los Cíclopes, forjadores del fuego de Zeus. Y mi padre a servir me obligó en castigo, en casa de un hombre mortal. Vine a este país y fui boyero de mi huésped; hasta ahora he guardado esta casa. Yo, que soy santo, con un santo hombre topé, el hijo de Feres, a quien he salvado de morir engañando a las Moiras. Las diosas me han permitido que Admeto escape por ahora el infierno, con tal de que ofrezca otro muerto a los de abajo. A todos los suyos los ha recorrido y probado, a su padre y a la vieja madre que lo dio a luz, ni, fuera de su mujer, encontró quien quisiera morir por él y dejar de ver la luz. A ella la lleva por la casa en sus brazos, derrámasela el alma: pues en este día tiene que morir y dejar la vida. Yo, para que no se alcance impureza en la casa, dejo este techo, mi más caro cobijo en este mundo. Ya veo aquí cerca a Muerte, que sacrifica a los moribundos, y que a las moradas de Hades se la va a llevar: ha Llegado en su momento guardando el día en que ella tiene que morir.

TÁNATOS
¡Ah, ah! ¿Qué haces tú en esta casa?, ¿qué haces aquí dando vueltas, Febo? Pecas cuando los honores de los de abajo recortas y suprimes. ¿No te ha bastado impedir el destino de Admeto, a las Moiras con taimadas artes engañando? Y ahora, otra vez, custodias, tu brazo armado del arco, a la que ha prometido, para salvar a su marido, morir ella, la hija de Pelias.

APOLO
Tranquilízate. Guardo justicia y buena razón.

TÁNATOS
¿Y a qué viene el arco, si guardas justicia?

APOLO
Siempre es mi costumbre llevarlo.

TÁNATOS
Y ayudar a esta casa fuera de justicia.

APOLO
De un hombre amigo me duelen las desgracias.

TÁNATOS
¿Y me vas a alejar de este segundo cadáver?

APOLO
Por la fuerza el primero no te he quitado.

TÁNATOS
Pues ¿cómo sobre el suelo está y no debajo de tierra?

APOLO
Ha dado en cambio su mujer, a por la que tú vienes.

TÁNATOS
Y me la llevaré allá abajo, bajo la tierra.

APOLO
Tómala y vete. No sé si podría convencerte…

TÁNATOS
¿De matar al que es preciso? Ésta es mi obligación.

APOLO
No, sino de dar muerte a los que se resisten a morir.

TÁNATOS
Me has dado razón y confianza tú mismo..

APOLO
¿Habría modo de que Alcestis llegara a la vejez?

TÁNATOS
No. Piensa que yo también disfruto con mis honores.

APOLO
Al fin y al cabo no te llevas más que un alma.

TÁNATOS
Cuando mueren jóvenes, gano mayor honor.

APOLO
Pero si muere una vieja la enterrarán con más pompa.

TÁNATOS
Febo, ¿dispones la ley mirando a los ricos?

APOLO
¿Qué dices?, ¿es que habías disimulado su ingenio hasta ahora?

TÁNATOS
Los ricos tendrían la ventaja de morirse de viejos.

APOLO
¿No me quieres hacer ese favor?

TÁNATOS
No. Ya sabes mis costumbres.

APOLO
Enemigos de los hombres y odios para los dioses.

TÁNATOS
No puedes tener todo lo que no debes tener.

APOLO
Pues tú me obedecerás aunque tan duro eres. A la casa de Feres vendrá un hombre tal, enviado de Euristeo por un carro de caballos de los lugares de duro invierno de Tracia, que hospedado en esta casa de Admeto por la violencia te quitará esta mujer y no tendrás mi agradecimiento aunque lo hagas, y me serás odioso.

TÁNATOS
Por mucho que digas, no sacarás más. Esta mujer bajará a la casa de Hades. Voy hacia ella a sacrificarla con la espada. Sacro a los dioses de bajo tierra es aquel de cuya cabeza esta espada el cabello santifique.

***

ADMETO
Amigos, el destino de mi mujer, más feliz que el mío lo creo, pues al cabo no piensa. Ya nunca la alcanzará a ella ningún dolor, y con gloria ha terminado muchos dolores. Yo, el que no debía vivir, pasado mi destino llevaré una vida lamentable: ahora lo comprendo. ¿Cómo voy a soportar entrar en esta casa? ¿A quién saludaré, quién me hablará para que mi entrada sea dulce? ¿Dónde me dirigiré? La soledad que hay dentro me expulsa cuando veo vacía de mi mujer la cama, y las sillas en que se sentaba, y por la casa descuidado el suelo, y los niños que a mis rodillas se abrazan y lloran a su madre, y los que por su señora gimen, se les ha ido de la casa. Esto en mi casa, fuera me repugnan las bodas tesalias y las reuniones de mujeres, porque no puedo soportar la visita de las que son de la edad de mi esposa. Dirá el que siendo mi enemigo contemple esto: ¡Mira el que vive miserable por no haber soportado la muerte, que cedió por cobardía a su mujer y evitó el Hades! ¿Después de esto se cree un hombre? Odia a sus genitores él, que no quiso morir. Ésta es la fama que entre los malignos tendré. ¿Para qué, amigos, me glorío de vivir, con
mala fama y mala fortuna?.

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